- "¿Solo?"
- "Sí, sólo un abrazo."
Y la noche, deslunada, se hizo día...
Entendió las reglas. Las hizo suyas. Ambos sabían que podían ganar perdiendo; ó que podían perder ganando. Sin embargo, firmaron tablas. Y al menos uno de los dos se preguntó si habría más partidas, pues las tablas bien saben a poco cuando no tiene por que haber vencidos.
Ella aun desconoce cuán grande es su poder. Pero nadie mintió: él tampoco lo sabe.
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